Perdidos?? Reserva Natural


Yo le dije: “Stefa, subiendo por ahí, hay una cascada”, mientras le señalaba una quebrada pequeña que desemboca en el río principal. Stefa sin pensarlo, dijo: “Vamos”, mientras su rostro mostraba emoción. Yo le pregunté: ¿En Serio? – Ella dijo: Sí, vamos!, – Y yo añadí: Pero por ahí les toca mojarse los zapatos, – Y ella dijo: Vamos! Mientras seguía sonriendo. Así que les preguntamos a los muchachos si les interesaba la idea, y sin saber mucho de hacia dónde íbamos, dijeron que sí, todos dejándonos animar por encontrar la pequeña cascada que yo conocía.

En unos días estará aquí en el blog está misma aventura, pero contada desde otro punto de vista, según lo que vivió y sintió Stefa .  

Y luego vendrá el relato de una de las aventuras más extraordinarias que hemos realizado: «La ‘escalada’ a Cerrotusa» 

Sami, camino a la aventura!

Sami, camino a la aventura!

En este punto nos desviamos... Justo aquí fue donde le dije a Stefa: "...subiendo por ahí, hay una cascada”

En este punto nos desviamos… Justo aquí fue donde le dije a Stefa: «…subiendo por ahí, hay una cascada”

En menos de un minuto, ya todos teníamos el agua hasta la mitad de la pantorrilla. Cruzamos el río principal, la quebrada La clara; y continuamos por un corto camino marcado en el suelo, el cual pronto nos llevó al pequeño riachuelo, donde nuevamente ingresamos al agua, y desde allí, emprendimos el ascenso. Algunos tramos muy planos y fáciles de caminar, otros un tanto incómodos, pero habían otros que nos exigían bastante, ya que literalmente nos tocaba escalar, ya fuera sobre rocas o sobre la tierra y la vegetación cuando rodeábamos alguna etapa peligrosa del cauce del afluente.

Iniciando el ascenso por el pequeño afluente.

Iniciando el ascenso por el pequeño afluente.

VÍDEO mientras comenzábamos a subir por la parte más fácil de la aventura.

VÍDEO mientras comenzábamos a subir por la parte más fácil de la aventura.

Qué largo se nos hizo el camino, aunque en realidad todos lo disfrutamos mucho, en especial yo, pues ya saben ustedes de mi espíritu aventurero. Según mis erróneos recuerdos la pequeña cascada estaba cerca, pero al fin tardamos unas dos horas hasta llegar, no sin antes pasar el último gran obstáculo, el cual estaba inmediato al salto de agua; unos árboles caídos con espesos arbustos, ramas y raíces por los que algunos pensaron no pasar y mejor devolverse. Pasé al otro lado como pude, abrí camino, y les grité: “Aquí está la cascada”. Así que todos pasaron.

Todo iba bien. Seguíamos aventurandonos quebrada arriba. Se nota el entusiasmo...

Todo iba bien. Seguíamos aventurandonos quebrada arriba. Se nota el entusiasmo…

El obstáculo que atravesamos justo antes de llegar a la cascada.

El obstáculo que atravesamos justo antes de llegar a la cascada.

La cascada pequeña, pero bella, nos daba la bienvenida. Allí los muchachos se refrescaron y todos almorzamos, en medio de la caída de agua, dos paredes encañonadas a los lados y el árbol atravesado. Subí un poco más en solitario buscando un “camino” que algún día use, pero el terreno se ponía mucho más complicado para pretender que todos subiéramos por allí, así que les dije al volver que regresaramos río abajo, por la misma ruta, “aunque no me gusta la idea, puesto que bajar por una quebrada empinada es mucho más peligroso que subirla, ya que es más factible una deslizada y/o caída”, les dije. Pero tocaba, así que emprendimos el descenso, a pesar de que no descartamos subir por la montaña para luego bajar al otro lado, como yo les había mencionado.

Llegamos!!

Llegamos!!

La cascada. Lugar donde almorzamos, entre el cañón y "el obstáculo".

La cascada. Lugar donde almorzamos, entre el cañón y «el obstáculo».

En esta aventura íbamos seis personas, tres damas y tres varones, entre quienes estaba mi madre querida.

Llegamos a un punto habiendo transcurrido unos pocos minutos en el que Ismael vio un fragmento de montaña un poco despejado, y los guiamos a todos a subir por allí; un tanto peligroso al principio puesto que rodaban piedras y pasaban cerca de quienes estaban detrás, (a Ismael le cayó una piedra grande en su pie, su zapato lo protegió un poco), y fue entonces cuando comenzó la verdadera aventura.

El plan inicial fue una caminata ecológica, tranquila, con emociones mesuradas; buscábamos tan solo despejarnos y estar en un ambiente natural. Pero todo cambió cuando le dije a Stefa: “…subiendo por ahí, hay una cascada”. Ahora comenzábamos a marchar montaña arriba, no por un camino, ni siquiera por una zona despejada, pues lo que al principio fue una zona espaciosa, ahora se convertía en algo muy diferente; literalmente nos metimos en una selva, en un monte muy tupido y saturado de toda clase de vegetación. Yo iba al frente; no había camino, pero me sentía ubicado, sabía hacia qué dirección caminar y sabía a dónde llegaríamos; pero siendo el terreno tan difícil, nos costó mucho tiempo y esfuerzo, tanto, que los muchachos se comenzaron a desesperar un poco y constantemente me hacían preguntas: -“Daniel ¿Falta mucho?, – “¿Usted si sabe dónde estamos?”, – “¿Está seguro que vamos bien?”, a lo que yo muy tranquilo les contestaba asertivamente con optimismo, y no solo optimismo y buena onda, si no con convicción, pues en realidad yo sí sabía y estaba confiado.

Video de cuando iniciamos el ascenso, entre la espesura de la montaña. Aún no estaba lloviendo.

Video de cuando iniciamos el ascenso, entre la espesura de la montaña. Aún no estaba lloviendo.

Después de unos 50 minutos de estar ascendiendo comenzó una llovizna, que pronto se tornó en un fuerte aguacero.  En ese momento me sentí un poco preocupado, porque ahora, aparte de la espesísima vegetación, comenzamos a luchar con el lodo pegajoso, e irónicamente con un terreno bastante liso e inestable, ambas situaciones ocurrían. Guardamos los celulares y la poca ropa que nos quedaba seca. Fue entonces cuando la situación comenzó a ser más tensa, porque comenzaron a decir que estábamos perdidos, una y otra vez lo decían, inicialmente en broma pero luego se lo tomaron muy enserio, y volvieron las preguntas: “¿Vamos bien?”, “¿Usted si sabe?”, “¿Será que estamos llegando a alguna carretera”?, y Stefa me decía: “Daniel, hace rato estás diciendo que vamos a llegar a un claro (zona despejada, sin arboles) y caminamos y caminamos y nada que llegamos”. Yo les respondía: “vamos bien”, asegurando que no estábamos cerca a ninguna carretera, ni a ningún pueblo, pero que íbamos en la dirección correcta. La lluvia no paraba, todo lo contrario, se intensificó y fue entonces  cuando Stefany dijo en un tono serio: “Dani, si en 10 minutos no llegamos al ‘tal claro’, voy a llamar a los bomberos”, al sentir el tono de su voz deje de sonreír y hasta me asusté, pero luego que mencionó a los bomberos me fue imposible no sonreír con algo de gracia; a lo que ella reaccionó con mayor seriedad diciendo: “Dani es enserio, ponte a pensar, llevamos más de una hora caminando en este monte y por más que avanzamos no llegamos aún, y tenemos que ser razonables, estamos perdidos”. Así que nos trazamos un nuevo plazo, tratando yo de que ella no fuera a llamar a alguna línea de emergencia.

Antes de continuar caminando, creo que fue Isma quien propuso oráramos al Dios del cielo, a Jesucristo para que parara de llover y así poder nosotros caminar y avanzar más tranquilos, cómodos y sin tantos peligros. Oramos entonces confiando en el Señor, en su amor y gracia. Chequeamos Google Maps para corroborar el sentido correcto en el que seguiríamos transitando, y proseguimos.

El camino no mejoraba, todo era lodo y vegetación frágil que no nos servía de apoyo. Habían zonas totalmente empinadas en las cuales subíamos gateando, casi que arrastrándonos, apoyados sobre las rodillas y manos, buscando a como diera lugar algo de dónde agarrarnos. Yo siempre buscaba o hacía puntos de apoyo, indicándoles a ellos para que subieran con más “facilidad”. Sami la perrita, subía detrás de mí, no me desamparaba; en ocasiones me tocaba subir y luego jalarla porque no era capaz de subir solita, a pesar que es toda una aventurera. Mi mamá comenzaba a quejarse de cansancio, y es que en realidad estaba muy pesada la travesía.

Ahora nos faltaba tan solo un poco para llegar, pero justo el momento cuando se llamo a los bomberos.

Ahora nos faltaba tan solo un poco para llegar, pero justo el momento cuando se llamo a los bomberos.

Continúe abriendo camino en medio de la espesura de la montaña. Mis manos sufrían, mientras alarmaban constantemente a mi cuerpo de la presencia de tunas (púas, aguijones), y yo les avisaba a todos para que tuvieran cuidado. En ocasiones era necesario desviarnos por tanta tuna en los árboles y arbustos que nos encontramos.

Isma fue uno que todo el tiempo conservó un buen ánimo y optimismo. Él me ayudó mucho en algunos tramos, igual que a mi mamá, a Sulmar, e incluso hasta cargó a Sami la perrita en algunos tramos complicados. Una de las cosas que me torturaba, era el silencio del joven Sulmar, pues él no comentaba nada, ni bonito ni feo, así que ni sabía qué pensar. Él era primera vez que salía con nosotros, y la verdad no era mi intensión que se sintiera mal, ni mucho menos que sufriera algún accidente por el calibre de la “caminada”. Gracias a Dios que no pasó nada malo y al final el hombre sonreía y agradeció la experiencia.

Al fin... Victoria!!

Al fin… Victoria!!

Después que hicimos la oración, pasaron unos cinco minutos y escampó por completo, pero el terreno seguía difícil. Al fin comenzábamos a ver y notar una zona de árboles y arbustos bajos que no superaban los dos metros de altura, y luego un denso terreno de una especie de helecho rígido de la misma altura, el cual se me hizo muy largo. Me sentía agotado, abrir camino en un terreno con las características que he descrito no fue nada fácil, pues no contaba con machete ni herramienta alguna, si no solo con mis manos, piernas y mi cuerpo, el cual usaba con su peso, a veces sentándome un poco para aplastar la vegetación.  Y fue este el momento en que Stefany en medio de sus emociones después de haber vivido una faena de dos horas en medio de «la nada», se impuso y me dijo las mismas palabras que ya en dos veces me había dicho, y determinó no avanzar más  e hizo, llevo a cabo, cumplió lo que hacía rato venía proponiendo, a lo cual siempre me opuse, pero ella necesitaba hacerlo. Llamó a los bomberos. En medio de una plática bastante seria y tensa, en la que Vero apoyaba a su hermanita, terminé diciéndoles: «Llámelos pues», buscando que al menos ella estuviera tranquila y satisfecha con su deseo, que desahogara esa necesidad que tenía, pues para ella era importante hacerlo, y yo sabía que llamara o no llamara debíamos seguir caminando y que además estábamos cerca, pero siendo comprensivo y buscando armonía con mis amigos, accedí. Aunque mientras ella llamó, me adelanté un poco y abrí camino, luego me devolví, y ya habían hasta compartido la ubicación con los bomberos, los cuales respondieron con algunas preguntas en cuanto a nuestro estado y bienestar, e indicaron por medio de una fotografía satelital de la zona y una flecha, la dirección en la que debíamos seguir caminando. Nos recomendaron no quedarnos quietos, si no avanzar constantes para que no «nos cogiera la noche. La flecha proporcionada desde la línea de emergencia iba en la dirección que habíamos estado caminando, así que verdaderamente íbamos bien.

No transcurrieron diez minutos cuando los helechos gigantes se acabaron y llegamos a un pequeño bosque con árboles distantes y prado corto. Me alegré mucho, pues ahora si estaba en territorio en el que ya antes había estado, había un camino levemente marcado. Los muchachos pararon ahí un momento mientras yo caminé unos segundos a paso largo y dí un grito de júbilo; Isma preguntó a la distancia: «¿Victoria?» Y yo le contesté: «¡Si!» Volví, les conté y proseguimos juntos.

He aquí el tan anhelado y mencionado "clarito". Lo logramos!

He aquí el tan anhelado y mencionado «clarito». Lo logramos!

El semblante de todos cambió cuando vieron el potrero que descendía del otro lado de la montaña hacia el camino de la reserva natural, donde se apreciaba el río principal del cual nos habíamos desviado en la mañana. Mi mamá comenzó a presentar algunos síntomas notables del impacto del frío y el agua; sus dedos de las manos estaban blancos y algunos un tanto morados, y ella no dejaba de temblar y moverse con movimientos tiesos tratando de generar calor en su cuerpo, saqué entonces un buzo que estaba medio seco, y le cambié la camiseta mojada que tenía y poco a poco fue mejorando.

Poco a poco nos aproximábamos al camino principal de la Reserva Natural del Alto de San Miguel. Nos tomó cerca de una hora descender hasta allá.

Poco a poco nos aproximábamos al camino principal de la Reserva Natural del Alto de San Miguel. Nos tomó cerca de una hora descender hasta allá.

Terminaba nuestra aventura. Tomamos el transporte veredal rumbo a casa luego de otras casi dos horas de caminata por terreno despejado, después de haber llegado “al claro” donde hice el grito de victoria. Nos reímos mucho e hicimos uso del permiso que nos dio Stefany justo antes de llamar a los bomberos, diciendo: “les doy permiso que cuando salgamos, me gocen si quieren, pero es necesario llamarlos y decir que estamos perdidos”. Así que lo hicimos y aún después de algunos días lo seguimos haciendo de manera amistosa. Cada ingrediente de este día de aventura fue perfecto, todo fue genial. Mis manos terminaron llenas de heridas y tunas, las rodillas y piernas de todos, golpeadas, enrojecidas y raspadas; pero todos con una satisfacción al caer la noche.

Algunos bromas que mandaron los chicos al grupo de Wsp un par de días después de la aventura!!

Algunos bromas que mandaron los chicos al grupo de Wsp un par de días después de la aventura!!

Un póster más enviado al chat.

Un póster más enviado al chat.

Me falta tiempo y atrevimiento para describirles muchos más detalles. No quiero hacer más extenso el escrito, creo que es más que suficiente para este post; tan solo, finalizar diciendo que ha sido una de mis mejores aventuras cortas, pues personalmente me sentí “vivo” y demasiado contento durante toda la travesía, aunque un poco apenado porque sé que hubieron momentos incómodos, difíciles y peligrosos para mis amigos y hermanos en Cristo; valoro y admiro el esfuerzo, tenacidad y perseverancia de cada uno, además su buena actitud, simpatía y espíritu aventurero, el cual creo que algunos lo descubrieron justo ese día. Mi respeto para ellos. Agradecido por la confianza que depositaron en mí cuando nos sentimos en medio de un lugar perfecto para que quizá nadie nos pudiera encontrar. Será un alinda historia para recordar y contar en un par de años.

Mi respeto para ellos.

Mi respeto para ellos.

Gracias a mi mamá Piedad, pues es una valiente. Gracias a mi gran amiga Estefany (con E), la de los bomberos (es broma), pues en realidad tiene potencial como aventurera. Gracias a mi hermano Ismael, a quien admiro por su humildad y calidad humana. Gracias a Vero y Sulmar por su paciencia y osadía frente a las circunstancias presentes en cada uno durante el paseo. Gracias a Jesucristo por tanto amor, gracia y cuidado para con nosotros. Una experiencia inolvidable!

 

En unos días estará aquí en el blog está misma aventura, pero contada desde otro punto de vista, según lo que vivió y sintió Stefa .  

Y luego vendrá el relato de una de las aventuras más extraordinarias que hemos realizado: «La ‘escalada’ a Cerrotusa» 

 

3 Respuestas a “Perdidos?? Reserva Natural

  1. Bonita aventura. Que país más bonito Colombia 🙂

    Nosotros estamos preparando una gran guía del País y nos gustaría compartirla con tus lectores.

    Puedes verla en Viajar a Colombia . Aún queda mucho info por añadir pero vamos pasito a pasito 😉

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